Hace algunos se llevó a cabo el encuentro convocado por Microsoft y el Diálogo Interamericano sobre la Inteligencia Artificial (IA) en la Educación Superior, dedicado al fortalecimiento de capacidades institucionales para el desarrollo de estrategias de apropiación y adopción de la IA en Instituciones de Educación Superior (IES). Además de IES también participaron otras entidades involucradas en la agenda de la educación superior y la IA. El objetivo principal del encuentro giró alrededor de la construcción de marcos éticos y operativos para la IA en IES. En este contexto, pensando en equipo, se pudo constatar que nos encontramos en una era donde la tecnología avanza a un ritmo vertiginoso y nos enfrentamos a desafíos éticos sin precedentes que cuestionan la esencia misma de lo que significa ser humano. A medida que la inteligencia artificial (IA) se integra cada vez más en los aspectos cotidianos de nuestras vidas, surge una pregunta crucial: ¿cómo podemos asegurar que la tecnología fomente la dignidad humana en lugar de erosionarla?
El propio Papa Francisco en el año 2020, recordó que cada persona, independientemente de sus capacidades o limitaciones, merece respeto y reconocimiento simplemente por ser humana.

Sin embargo, la implementación de la IA presenta un campo minado ético. Por un lado, tiene el potencial de mejorar significativamente la calidad de vida, facilitando desde tareas domésticas hasta diagnósticos médicos avanzados donde sabemos que está logrando aportes muy positivos y de gran avance
Pero por otro lado, si no se regula adecuadamente, la IA podría contribuir a la invasión de la privacidad, el desempleo masivo y una mayor estratificación social. Donde uno de los riesgos más preocupantes es el uso de la IA en la toma de decisiones que afectan directamente a las personas, como en los sistemas judiciales o en la contratación laboral. Ambos sistemas con prejuicios existentes que si no se diseñan con una comprensión profunda de la ética y la equidad, puede perjudicar enormemente a la humanidad
Esta condición exige que la humanidad dirija el desarrollo tecnológico, antes que sea dirigida por él. Esto significa diseñar tecnologías que no solo sean eficientes, sino que también promuevan valores como la inclusión, la equidad y la solidaridad.
Por esto, los desarrollos y adopción de la IA deben darse de una manera que se respete y realce la dignidad humana, asegurando que estas tecnologías sirvan como herramientas para el desarrollo integral del ser humano y no como medios para su reducción.
Finalmente, la tarea de integrar la IA en nuestra sociedad de manera que promueva la dignidad humana es un desafío que requiere la cooperación entre tecnólogos, legisladores, líderes religiosos y la sociedad en general.
Solo a través de un diálogo inclusivo y respetuoso podremos crear un futuro donde la tecnología sirva al bien común, respetando y promoviendo la inalienable dignidad de cada persona. Así, en esta intersección entre tecnología y humanidad, nuestro compromiso con la dignidad humana no solo definirá el futuro de la IA, sino también el tipo de sociedad en la que deseamos vivir. Entendiendo que la tecnología debe ser una extensión de nuestra humanidad, y no un sustituto de ella.