El matador de dragones

Recientemente estaba reunido con mi equipo de trabajo y nos encontrábamos analizando una serie de eventos que venían sucediendo de forma repetida, y durante la reunión me di cuenta que muchas veces la mayor falla era la inconsistencia o falta de atención en los detalles.

Todos nuestros empleados estaban comprometidos, todos los jefes de área sentían el compromiso por hacer cada día mejor las tareas asignadas, cada uno de nosotros identificaba rápidamente las metas establecidas, sin embargo encontramos algunos puntos en común en los comentarios de nuestros clientes, los cuales nos afectaban negativamente y entendí que podía tratarse del clásico ejercicio del matador de dragones y la preocupación por atacar siempre un único problema, dejando al descubierto otras debilidades conocidas como esos pequeños “detalles” que siempre marcan la diferencia, y son tan importante de recordar

Hoy en día, cualquier compañía por pequeña que sea, debe recordar que al estar conformada por su capital humano, como recurso más valioso, y el camino más corto, que cualquier empresa debe recorrer para posicionarse como una marca consolidada de valores diferentes a los de su competencia, es justamente donde podemos entender que la motivación y el entrenamiento constante de su personal, es la herramienta mas valiosa.

Aunque siempre existan competencias y rivalidades internas, entre los diferentes departamentos, toda empresa destinada al éxito debe aprender a conquistar esas pequeñas diferencias y dar la cara frente a sus clientes y consumidores para poder sobresalir brindando los más altos estándares de calidad y servicio.

Partiendo del anterior escenario quiero compartir con ustedes una interesante historia contada por Zhuangzim célebre autor chino, quien narra las aventuras de Zhu Pingman, mientras aprendía el arte de matar dragones.

Narra la historia que el maestro lo entrenó durante diez años seguidos, hasta que consiguió adquirir perfectamente la técnica más sofisticada para matar dragones.

Desde entonces, Zhu Pingman pasó el resto de su vida buscando dragones con la intención de mostrar a todo el mundo su habilidad, solo que, para su gran decepción, jamás encontró uno.

Es así como el autor de la obra comenta:

“Todos nosotros nos preparamos para matar dragones y acabamos siendo devorados por las hormigas de los detalles, a las que nunca prestamos atención».