Mirar la paja en ojo ajeno

¿De donde proviene la expresión “ver la paja en el ojo ajeno”?

Frecuentemente es común escuchar la expresión “Ver la paja en el ojo ajeno, y no la viga en el propio” (o acortada muy comúnmente en la forma ‘Ver la paja en el ojo ajeno’) para indicar la facilidad con la que algunas personas se dedican a rectificar o hacer ver a los demás algún fallo o defecto, mientras que son incapaces de reconocer los suyos propios.

Y si queremos presumir de la cantidad de veces que esta frase ha sido utilizada, podemos recordar numerosas variantes que existen de esta locución, la cual es antiquísima ya que sus primeras referencias las encontramos en textos de la Biblia, concretamente en el Nuevo Testamento (concretamente en pasajes de Lucas 6:41 y Mateo 7:3). También en numerosas obras de gran relevancia de nuestra literatura, como ‘Diálogo espiritual de Jorge de Montemayor (1548), ‘Política para corregidores y señores de vasallos en tiempo de paz’ de Jerónimo Castillo de Bobadilla (1597), o ‘Segunda parte del ingenioso caballero Don Quijote de la Mancha’ de Miguel de Cervantes (1615).

Algunas variantes de la expresión son: ‘Vemos la paja en el ojo ajeno, y no vemos la viga en el nuestro, ‘La paja en el ojo ajeno es más visible que la viga en el propio’

Esto nos dice que somos personas sociables, solidarias, y agradables, pero también tenemos nuestras sombras que, en ocasiones de crisis, no nos ayudan demasiado.

Criticar a los demás, por una razón o por otra, en un sentido o en otro, es fácil, ya que no exige mayor esfuerzo de nuestra parte, y siempre habrá para nosotros un motivo que lo «justifique», o una razón que lo respalde, al menos en apariencia.

El ser humano en general y más en estos tiempos, y con las nuevas generaciones que vienen en camino, solemos ser muy sensibles a las críticas y reconocimientos. De hecho, le necesidad de reconocimiento social, es una de nuestras motivaciones más elevadas. Según Maslow, tanto así que se encuentra en la cúspide de nuestra pirámide motivacional.

Ya que necesitamos que nuestra aportación a la sociedad sea de la índole que sea, y nuestro valor personal, siempre sea reconocido por los demás.

Por tanto, lo deseable es el reconocimiento, y no la crítica. Así como lo mejor a lo que podemos aspirar, es a estar bien con nosotros mismos, y parte de este bienestar, recibir el feed-back positivo de las personas que nos rodean.

Algo que se parezca lo más fielmente posible a nuestro «Yo ideal». O lo que nos gustaría ser.

Es así como alimentamos esta necesidad de reconocimiento y de autoestima, lo cual nos afecta cuando recibimos críticas, o no somos reconocidos como esperamos lo que nos hace encajar una veces más que otras.

Y también, que de vez en cuando, despleguemos una vistosa cola de pavo real, para provocar la admiración incondicional, y obtener el prestigio que tanto necesitamos.

«Porque al final del ejercicio lo que nos gusta, es gustar y quedar bien.»

Pero en el entendido que formamos parte de una comunidad y siempre nos encontramos en el mismo camino, necesitando unos de otros, la mejor recomendación es caminar, sin tropezar y prepararse para la competencia sin dejar que nos afecten los logros de quienes alcanzan la meta antes que nosotros. Ya que seguramente, siempre habrá oportunidad escalar un nuevo peldaño.

Para finalizar, te comparto estos enriquecedores pasos para fortalecer tu camino diario y abrir el espacio a nuevas herramientas y acciones.

1. Educa a tus ojos para ver lo bueno

Es una cuestión de voluntad. Piensa que la palabra «optimismo” quiere decir que tenemos una predisposición para buscar lo óptimo en la vida. A veces el optimismo nos viene por una adecuada educación en el hogar, pero cuando uno no ha tenido esa bendición en el hogar, entonces uno puede disciplinarse para entender, analizar y buscar lo mejor en la vida. Piensa en esto: lo opuesto es el pesimismo, e implica que hemos educado a nuestros ojos para buscar lo pésimo, lo peor, en la vida.

Piensa además que el pesimismo y el optimismo que tienes en tu vida, lo transmites a tus hijos como maneras de ver la vida. ¿Verdad que vale la pena educar a tus ojos para que vean lo bueno más a menudo?

2. Aprende a mirar hacia adentro

Jesús lo dijo de manera muy hermosa en Lucas 6:41-43:

«¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no consideras la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, ¿déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en tu ojo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano. Porque no puede el buen árbol dar malos frutos; ni árbol malo dar frutos buenos.» De nuevo, no juzgar implica una disciplina: darnos cuenta en qué momento empezamos a juzgar a alguien; entonces detenernos y mirar hacia nuestro interior.

3. Disciplínate para detener la crítica

Hay una mujer admirable que cuando se reúne con sus amigas o familiares y alguien empieza a criticar, ella es consciente de que el espíritu de crítica es un veneno contagioso (y de un sabor al que uno puede aficionarse muy fácilmente, por cierto). Entonces ella no entra en ese juego: detiene o desvía la charla hacia otro tema. Cuando alguien lanza una crítica hacia alguien y luego hace una pausa, esperando que ella comente algo, se topa con un silencio poco agradable, que le indica que ella no está de acuerdo con criticar. ¡Es una muy buena costumbre que todos deberíamos adoptar!

4. Busca ser un fiel discípulo de Cristo

El Señor dijo: «Por eso conocerán que sois mis discípulos: si tuviereis amor los unos por los otros». Es así de simple: quien ama a sus semejantes, no critica. Vuelvo por ello a Lucas 6:45, donde leemos: «El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca el bien; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca el mal; porque de la abundancia del corazón habla la boca» Si llenas tu corazón de lo bueno -gratitud, ideas edificantes, sentimientos nobles, poco a poco encontrarás grandes tesoros en tu corazón para compartir.

Cuando nos disciplinamos para ver lo bueno, la vida nos enseña que nunca es conveniente, precipitarse en emitir juicios.

A veces en nuestra soberbia, vamos por la vida esperando que los demás cumplan nuestras expectativas y, al no hacerlo, nos sentimos decepcionados; nos percatamos que nadie, aun nuestros hijos o nuestras pareja, tienen por qué cumplirlas.